SUCA Y LOS 30 SOLDADITOS

FUENTE: FREDY ARIMENDANO

Podríamos decir que nuestro pueblo Ascensión ha entrado de lleno al auge del oro, actividad que atrae a muchas personas, aventureros, especialmente brasileros en busca de hacerse ricos en corto tiempo. Sabemos que nuestras tierras poseen en el subsuelo grandes cantidades de minerales, especialmente oro.
Pero lo que no sabemos es que si estas riquezas dejarán algún beneficio al pueblo una vez las hayan agotado, como la inmensa riqueza maderera que prácticamente en nada benefició al desarrollo de nuestra tierra guaraya en más de 30 años de frenética e ininterrumpida explotación.
La zona donde actualmente se explota el oro, era antiguamente conocida por los mismos guarayos, algunos como los Urandaba extraían pequeñas cantidades que cambalacheaban por ropa y trago a la casa Parra, no sacaban más debido sobre todo a sus supersticiones, entre las cuales existía una de mayor peso y era que si sacaban en mucha cantidad “EL DUEÑO” ITAYAR (dios de los minerales) se los llevaria en cuerpo y alma y esto les impedia realizar una pequeña explotación y comercialización.
Felizmente ocurrió asi, y tal vez, fue una estrategia de los padres franciscanos para preservar la misión, sino quizás no fuéramos lo que somos, un pueblo casi intacto en sus valores como raza y cultura.

La tradición oral de este cuento dice que una vez llegó a estos exóticos lugares, ubicados en plena selva virgen del corazón de América, un extraño personaje, un hombre gordo y alto, de rostro colorado, mirada seria, que le daba un aspecto de hombre rudo, conocido con el nombre de José Sugar, quedando posteriormente en la memoria de los guarayos con el nombre de SUCA.
El pueblo era bien organizado, toda la gente trabajaba, no había ningún ocioso que perjudicara la tranquilidad que reinaba en él, incluso tenía un cuartel donde ingresaban los jóvenes en edad de prestar su servicio militar. Alli los soldaditos no cosechaban macororó sino que recibían una educación de civismo patriótico, de dia realizaban sus deberes cotidianos y por las noches vigilaban el pueblo.
El coronel Salinas, máxima autoridad del Batallón Acre, notó que el extranjero no tenía ningún oficio pero tenía un carácter adecuado para comandar. Por eso pensó en confiarle una misión especial y mandó llamarlo Salinas sabia que en Ivaimini, un lugar cerca del pueblo, había oro en abundancia, muy pocos se había atrevido a explotar este precioso mineral por temor a hechos misteriosos que con frecuencia les ocurría a quienes se arriesgaban a “cavar” y “lavar”. Sin embargo, Salinas ambicionaba explotar estas riquezas y trataba de vencer las supersticiones de los habitantes. Por esta razón pensó que Suca era el hombre ideal para lograr sus fines.
Una hermosa mañana de espléndido sol radiante Suca se presentó en el cuartel. El coronel lo recibió con mucha amabilidad pues estaba ansioso de concretar su proyecto, a manera de saludo, le dijo:

-Lo he mandado llamar porque he pensado que usted y yo podemos realizar un buen negocio

-¿De qué se trata coronel?- respondió Suca con su voz gruesa y ronca.
-He notado que tiene aptitudes para hacerse obedecer, que tiene cualidades de mando, por eso quiero que vaya con 30 soldaditos a Ivaimini, es un lugar muy rico en minerales, tiene oro, vamos a explotar este precioso metal a medias y nos convertiremos en poco tiempo en hombres de fortuna- concluyó el coronel.

– Okey! eso está magnífico, es una excelente propuesta que yo acepto con mucho gusto – respondió el extranjero emocionado.
Ambos se dieron un apretón de manos cerrando así el magnífico negocio que los haria ricos en corto tiempo. Sin perder un minuto más, el extranjero y el coronel escogieron a los soldaditos más valientes y audaces y los entregó a órdenes de Suca.

Llegó el día de partir, Suca y sus 30 soldaditos del Batallón Acre, emprendieron la marcha en busca del mineral más codiciado por el hombre.
Ivaiminí, una frondosa selva bajo la cual discurre una quebrada donde se forma un “curichi” que mantiene la humedad de aquellas ubérrimas selvas, aqui fue donde los soldaditos emprendieron un durísimo y esforzado trabajo. No se habían equivocado, encontraron un rica veta de donde extraían pedazos de oro en forma de perlas. En contados días llenaron varios frasquitos de vidrio, era un éxito total.
El extranjero, dominado por la ambición y con el fin de sacar mas oro, no daba tiempo ni para respirar a los pobres soldaditos, tuvieron que trabajar de sol a sol bajo las severas órdenes de Suca. Día a día y a cada momento el despiadado personaje acicateaba a los soldaditos hasta el agotamiento total.
Un día, Teco, un soldadito medio crespo y con bigotitos, amaneció triste y callado, esa noche había sido víctima de una horrible pesadilla la cual contó a sus camaradas.
Vio que del pozo donde habían cavado, salió un ser rarisimo con figura de hombre, un pequeño monstruo, cuyos ojos parecian dos grandes brazas rojas, un ser diabolico que pretendia devorarlo, al ver que los demás soldaditos querian defenderlo, aparecieron muchos monstruos más desde el fondo del pozo, prestos a combatir contra ellos. La escena era tan espantosa que Teco, de naturaleza cobarde, despertó gritando y gruesas gotas de sudor frio corrían por su frente.
Ante tal relato sus compañeros quedaron pasmados, sabían que a quien habia visto en sueños era al ITAYAR (dueño del oro) de quien los abuelos tienen leyendas muy remotas que perduran hasta nuestros dias. Y como para corroborar este los soldados con frecuencia pensamiento, comenzaron a ocurrir cosas muy raras, veian sombras que se movian de pronto dentro del pozo, cerca del mismo, en el rústico campamento. A veces oian ruidos como de cosas que se caen derrepente, fuertes voces, risas sordas y escalofriantes.
La gota que colmó el vaso, fue la aparición real del misterioso ser que pretendió atacar a Teco cuando éste se retiró un poco del campamento para hacer sus necesidades. Ante semejante situación, los soldados no querían estar ni un día más. Dominados por el miedo, se animaron a contarle a Suca lo sucedido, le explicaron con detalle lo que habían visto y oído, pero el incrédulo y ambicioso hombre se burló de ellos, llamándolos cobardes que se asustaban de sus propias sombras.
Entonces no les quedaba otro camino que librarse a como de lugar de aquella esclavitud. Presentian que se enfrentaban ante algo misterioso y realmente peligroso. Después de deliberar bastante tiempo, encontraron la forma más conveniente de doblegar a Suca. Y trazaron un plan para ejecutarlo al dia siguiente.
Lepo, el cocinero, fue el encargado de ejecutar dicho plan. Aquella mañana, serenamente, y sin que le tiemble la mano, vertió en el café de Suca unas cuantas gotas venenosas de resina de ochoó. El extranjero abusivo, sin la menor sospecha, tomó su cafe tranquilamente.
Al rato llegó el momento esperado de la venganza de los 30 soldaditos, pues Suca el ambicioso, fue victima de una violenta y dolorosa diarrea. Nunca sospechó de la trampa bien preparada para acabar con sus ambiciones. Mandó que le hicieran algún remedio, prácticos naturistas, los guarayos buscaron plantas cuyo efecto era calmante pasajero. Pasaron los días y Suca no mejoraba completamente, al contrario enflaqueció, su cara antes colorada se puso pálida, los ojos se le hundieron, perdió el vigor y la fuerza de mando, parecía un perro flaco, finalmente no pudo caminar más.
No habia otra opción que regresar al pueblo, lo trajeron en hamaca, turnándose, sin muchos cuidados y a toda prisa. Y para mayor desgracia del ambicioso Suca, al cruzar un puentecito de palo que estaba por desarmarse se quebró y fueron a dar con el enfermo al agua, casi lo ahogaron pero al final lograron vencer el percance no sin antes perder varios frascos con oro. Por fin llegaron al pueblo después de un dia entero de viaje. Cuando lo bajaron de la hamaca sucedió algo milagroso, repentinamente dejó de temblar y aunque con dificultad, pudo caminar. Entonces se acordó del ITAYAR del cual sus soldaditos le habían contado que era el dueño y celoso cuidante del oro y del cual él se había burlado.
Desde entonces Suca, el extranjero, y el coronel Salinas nunca más pensaron el oro de IVAIMINI.
¿Habrá envejecido tanto el ITAYAR que hoy ya no puede defender su oro?

 

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